jueves, 23 de octubre de 2014

DINASTIA GRIEGA CAP 11



Miley abrió la carta de su procurador, el señor Bullen, y sus expresivos ojos se abrieron de par en par mientras la leía.

Miley-.No puedo creerlo!
Liam-.Qué es lo que no puedes creer? -con una taza de té en una mano, estaba intentando echar del sofá de la cocina a los dos adormilados perros de Prudence.
Miley-.Nick! -conocida por su apacible naturaleza tolerante, caminaba por la cocina de arriba abajo furiosa-. Mi procurador ni siquiera ha tramitado todavía mi petición de divorcio, y sin embargo el equipo de abogados de Nick ya se ha puesto en contacto con él.
Liam-.Para qué?
Miley-.Para informarle de que Nick no tiene intención de concederme el divorcio... ¿Cómo es capaz de hacerme esto? ¡Sin su consentimiento, tendré que esperar cinco años para ser libre!
Liam-.Ya te dijo que no quería divorciarse -le recordó con agudeza

Miley se quedó mirando fijamente el viejo jarrón que había encima de la mesa. Estaba lleno a rebosar de rosas rojas y blancas. De hecho, no había habitación en la casa que no estuviera llena de flores puesto que Nick le había estado mandando un nuevo ramo cada día durante las dos semanas que habían pasado desde su cumpleaños. Sin duda, era su secretaria quien le había organizado la extravagante agenda floral, pensó con perspicacia. A un nivel más personal, sin embargo, Nick la había llamado y ella le había dejado hablando con el contestador automático. Al final, él había volado de nuevo para verla. En el instante en que oyó el batir de las aspas del helicóptero, se apresuró a entrar en su coche y se fue a toda velocidad. Después de todo, ¿acaso tenía algo más que decirle? Sólo ahora se estaba dando cuenta del error en su razonamiento y de lo estúpido que era utilizar tácticas de evasión con alguien tan dado a la confrontación como Nick.
Pero Miley todavía no tenía idea de por qué se estaba comportando Nick de ese modo. ¿Por qué obstaculizaba sus intentos de obtener el divorcio? Habían vivido vidas separadas desde el día de su matrimonio. Miley había prestado oídos sordos a los argumentos que él le había dado dos semanas antes: asumía que era su cantinela habitual con las mujeres, es decir, fingir que se preocupaba por ella cuando realmente no le importaban sus sentimientos en absoluto. Ahora estaba empezando a pensar que tal vez Nick iba en serio en cuanto a su negativa a conceder el divorcio. Tal vez había sido un error acostarse con él. El tórrido recuerdo de ese día hizo que su rostro enrojeciera. ¿Había sido, tal vez, su debilidad pasajera lo que había endurecido la actitud de Nick?

Miley-.Sigues pensando en ir luego a Londres para asistir a esa conferencia? -le preguntó a Leo.
Asintió y, a continuación, preguntó:
Leo-.Por qué?
Miley-.Si Nick no está ocupado, quizá te pida que me acerques a Londres.

Subio a su habitacion y le llamo
Miley-.Nick?...

Con gesto perentorio, Nick pidió a sus trabajadores que se fueran. Se formó una sonrisa en su atractivo rostro, ya que había estado esperando su llamada. Se apoyó en la mesa de granito pulimentado con una relajada actitud que hubiera enfurecido a Miley si ésta lo hubiera visto.

Nick-.Cómo estás? -preguntó
Miley-.No demasiado bien, la verdad -le confió con sinceridad-. Estaré en Londres esta tarde. ¿Podemos vernos y hablar?
Nick-.A las cuatro en punto en mi apartamento -propuso con un tono de satisfacción plena-. Tengo muchas ganas de verte.

Miley había tenido dos semanas para pensar las cosas detenidamente, reflexionó Nick. Ahora Miley sabía que le sería imposible obtener el divorcio a corto plazo. Así que, ¿por qué iba ella a intentar echar por tierra la buena relación que ellos dos siempre habían tenido? Con toda seguridad ahora estaría más dispuesta a apreciar lo buen marido que él podía llegar a ser. Si elegía serlo, claro está. Y si, como le había echado en cara, ella había querido que él lo hubiese sido hacía ocho años, ¡que se hubiera comportado entonces como una esposa de verdad en lugar de echar a correr en cuanto encontraba la mínima oportunidad!
Para Nick había sido un suplicio seguir una estrategia de espera con Miley durante dos semanas. Cuando encontraba algún obstáculo, le gustaba actuar rápidamente y devolver los golpes con fuerza. No quería el divorcio. Ya se lo había dicho, pero ella no quería escucharle. Estaba reprimiendo su instinto agresivo natural en un paciente y caballeroso intento de hacerle ver a Miley que estaba equivocada. No creía que pudiera salir victoriosa.
Nick tenía que reconocer que, en general, la gente no le creía demasiado cuando tocaba el tema del matrimonio. Sus propios abogados apenas habían podido ocultar su sorpresa cuando Nick les informó que utilizaría cualquier medio para impedir el divorcio que le solicitaba su mujer. Y cuando Theo Demakis le había visitado para compadecerle por la estupidez de Miley, a Nick le había disgustado tanto la insultante manera que tenía de hablar de su nieta, que le dijo por fin lo que pensaba de él. Como resultado de ese exceso de confianza, Nick esperaba que Demakis International le declarara la guerra, puesto que Theo no era un hombre al que le gustara recibir golpes sin devolverlos. 
Cuando, por la tarde, Miley subió al confortable coche de Liam, éste se encontraba hablando por el teléfono móvil. Miley se comportó pacientemente mientras Liam hablaba con Stella, la viuda de un amigo. Estaba explicándole qué era lo que tenía que hacer para arreglar un escape en un radiador. Habían pasado dos años desde que el mejor amigo de él muriera de cáncer, dejando sola a Stella con tres hijos. Liam visitaba su casa con regularidad. Miley nunca le había preguntado a si algún día se atrevería a decirle a Stella lo locamente enamorado que estaba de ella. El gran secreto de Liam era que ya estaba enamorado de ella mucho antes de que su amigo muriese.
Liam-.Iba a llamarte después... Ah, de acuerdo -estaba diciendo con un tono forzadamente jovial-. No, por supuesto que no te lo reprocho. Me parece fantástico que estés empezando a salir de nuevo -colgó y arrancó el coche. -Stella va a salir esta noche con unos amigos.
Miley-.Ya lo he oído.
Liam-.Es sólo el principio... Es una mujer muy atractiva -suspiró-. En nada de tiempo se echará un novio.

Miley no dijo palabra. Liam se encontraba en una terrible situación. Podía sentirse tentado a confesar a Stella lo que sentía por ella y destruir, de ese modo, su actual relación con ella. O, por otro lado, podía seguir callándoselo y sufrir mientras otro hombre llenaba ese espacio vacío de la vida de Stella. No había respuesta fácil. Al tiempo que le daba a Liam un apretón de simpatía en el brazo, Miley frunció el ceño viendo que dos hombres estaban poniendo un cartel de «en venta» al lado de la granja.

Liam-.Qué diablos están haciendo?           -exclamó

Miley salió del coche y se dirigió a los trabajadores. Cuando les dijo que estaban poniendo el cartel en la propiedad equivocada, le enseñaron un papel de una inmobiliaria en el que aparecía listada su casa, la granja de Craighill. Miley usó el móvil para llamar al jefe de los trabajadores, quien le sugirió que hablara del asunto con el responsable de la inmobiliaria.
Liam conducía mientras Miley intentaba ponerse en contacto con el responsable. No estaba disponible en ese momento. Un agente inmobiliario le dijo que la granja de Craighill iba a ser incluida en el catálogo de ventas el día siguiente. Miley puntualizó que ella vivía allí y que no sabía nada del asunto, así que le pidió el nombre de la persona que había puesto en venta la granja, pero el agente le contestó que esa información era confidencial.

Miley-.Ya lo arreglaré más tarde con el responsable -exasperada, dejó escapar un suspiro-. ¿Por qué no quiere aceptar nadie la responsabilidad de este estúpido error?

Nick vivía en un enorme apartamento en Londres con un jardín y una piscina en el ático. Miley había estado allí muchas veces, pero nunca se había sentido como en casa con tanto mobiliario de diseño, esculturas modernas y suelos de mármol. A Miley se le pusieron los nervios de punta antes de salir del ascensor. Aunque había resistido la tentación de arreglarse para la ocasión, a última hora había decidido ponerse una falda larga de color marrón y un top de color crema que le estaba demasiado ajustado como para sentirse cómoda. Pero iba a sentirse cómoda, se aseguró a sí misma. Mientras pudiera suprimir los recuerdos de aquel desafortunado episodio que tuvo lugar en su dormitorio y pudiera controlar su temperamento, aún había posibilidades de recuperar la agradable relación que hasta entonces había tenido con Nick.

Nick-.Miley...
Todo elegancia y sofisticación, vestido con su traje gris claro, Nick cruzó el formidable recibidor para saludar a Miley. Tenía un aspecto increíblemente atractivo: esbelto, agresivo y con una sombría magnificencia.
A la mente de Miley acudió el recuerdo de Nick desnudándose a su lado en la cama. Se sonrojó y se quedó donde estaba.
Nick la agarró de la mano y condujo a Miley a través de la habitación con una seguridad que cortaba la respiración.
Nick-.Ese top te sienta muy bien...
Miley-.No digas esas cosas! -le pidió, consternada.

Nick se detuvo por un momento y la miró.

Nick-.Todo es diferente ahora. No puedes seguir fingiendo que no pasó nada
Miley-.Sí. Podemos, si queremos.
Nick-.Pero yo no quiero olvidar el clímax más largo y excitante que he tenido nunca -pronunció Nick sucintamente-. De hecho, me gustaría que...

Aterrada por la irresponsabilidad de Nick, Miley le puso sobre el labio superior su dedo índice extendido.,

Miley-.Por favor... -le pidió.

Nick pasó la punta de su lengua por el dedo de Miley y después por la palma de su mano mientras ella permanecía en pie temblando. Sus pechos se alzaban y descendían cada vez que tomaba aire y la sensación de que sus pezones empezaban a endurecerse le resultaba insoportable. No podía dar crédito a lo que Nick estaba haciendo. Estaba horrorizada y, a la vez, fascinada. Nick entrelazó sus dedos con los de ella, alzó la cabeza y le dijo con voz grave:

Nick-.Así que yo quiero acostarme contigo y tú quieres que hablemos...

Haciendo un heroico esfuerzo en la lucha contra su agónico deseo, Miley se apartó de él.

Miley-.He venido aquí sólo porque le dijiste a tus abogados que no me concederías el divorcio.
Nick-.Y, ¿cuál es la parte que no entendiste de todo ese asunto? -preguntó con una seguridad insolente-. No tengo intención de cambiar de parecer.
Miley-.Pero, ¿por qué? No puedo entender por qué.
Nick-.Cuando me casé contigo, me casé para lo bueno, para lo malo, hasta que la muerte nos separara. Eres mi esposa. No dejaré que te divorcies de mí. Aunque, por supuesto, dentro de cinco años no tendré otra opción...
Miley-.Pero no puedes pedirme que detenga mi vida durante cinco años!
Nick-.Por supuesto que no te estoy pidiendo eso -se dibujó una sonrisa en sus labios-. Al contrario, te aseguro que soy mucho mejor que un banco de esperma...

Enfurecida por la bufonada de Nick, Miley echó la cabeza hacia atrás para retirar el reluciente mechón de cabello castaño que le había caído sobre su sonrojada mejilla.
Miley-.Eso es lo que a ti te gustaría...
Nick-.No es que me guste. Es que sé que lo soy. Por supuesto, el asunto sería bien distinto si te quisieras divorciar por causa de otro hombre -le dijo con mucha suavidad y toda su atención puesta en ella.
Miley-.De qué va todo esto? ¿Una competición entre machos, o algo así? ¿Por qué no puedes aceptar simplemente que ya no quiero estar casada contigo? -replicó con fiera sinceridad.
Nick-.Pero si nunca has estado casada conmigo en el sentido habitual de la palabra -contraatacó con un implacable y frío tono de voz.

Miley pudo sentir cómo le inundaba poco a poco la emoción, como si fuera una marea peligrosa. Erguida, con la espalda recta y la cabeza bien alta, caminó hacia la ventana, esforzándose por mantener el control.

Miley-.Ni quiero estarlo! -espetó-. Éramos amigos y eso me gustaba. Es lo único que podemos ser. Es lo único que puedo soportar.

A pesar de que las lágrimas amenazaban con surgir de sus ojos, Miley tenía una fe completa en lo que le estaba diciendo. Nick necesitaba una mujer que se contentase con muestras superficiales de cariño y mirara hacia otro lado cuando apareciese una de sus amantes. Una esposa que aceptara el dinero y el estatus social como sustitutos del corazón de Nick y de sus atenciones. Pero Miley sabía que ella no era capaz de asumir ese papel. Nick era mujeriego hasta la médula. Le gustaban las supermodelos y ninguna mujer común y corriente estaba a la altura de ellas. Tenía que resistirse a Nick o de lo contrario todo eso iba a destrozarla. Esa era la razón por la cual no quería dejarse tentar por la ilusión del matrimonio real que le estaba ofreciendo.
Nick-.Te acostaste conmigo. Eso cambió las reglas del juego

DINASTIA GRIEGA CAP 10



Miley-.Sí... -dijo finalmente.
Nick sintió tal alivio, que quiso dar las gracias al destino. Desnudo, a excepción de sus calzoncillos, regresó al lado de su esposa para acariciar sus mejillas con una ternura casi torpe, que a Miley le resultó poco familiar.

Nick-.Sé que no tenía derecho a esperarlo... -dijo, hablando en una mezcla de griego e inglés-. Pero el que seas virgen significa mucho para mí.
Miley-.En serio? -cerró los ojos porque los tenía llenos de lágrimas.
Nick-.Por supuesto...Eres mi esposa y no conocerás otro hombre -musitó casi sin aliento.

Nick terminó de desvestirse y Miley no apartó los ojos de él ni por un momento. Su respiración se aceleró, entrecortándose cada vez más. La figura de Nick era espectacular: desde la vigorosa curva de sus hombros hasta sus largos y potentes muslos. Poseía el musculoso pecho, el torso de hierro y las estrechas caderas de un atleta. Nick se desprendió de sus calzoncillos y durante un breve momento la respiración de Miley se detuvo. Estaba sobrecogida, ya que era la primera vez que veía a un hombre adulto en tal estado de excitación.
Nick-.Si hubiera esperado un par de minutos más, no habría sido necesario preguntarte si eras virgen o no -murmuró con una mirada traviesa-. Tu rostro lo dice todo.

Dejándose caer en la cama, Nick se precipitó sobre los carnosos labios de Miley en un arrebato de pasión. Una oleada de calor inflamó el cuerpo de Miley. La delicada piel de su entrepierna se encontraba escandalosamente humedecida. Nick exploró con los labios un rígido pezón, y con un gemido de satisfacción, advirtió la humedad que delataba el deseo de Miley. Ésta abrió sus labios para emitir un largo jadeo y, a continuación, apretó los dientes como tratando de retener un placer que se parecía mucho al dolor. Miley sentía el placer acumulándose de tal modo, que apenas podía hacer llegar aire a sus pulmones.

Miley-.No sabía que fuera posible sentir esto...
Nick-.No todo el mundo puede -su mirada en llamas se clavó en los ojos de Miley -. Eres tan apasionada como yo.

Miley se dejó llevar por el cálido y dulce placer de las caricias de Nick. No podía parar. Se entregó a las sensaciones que recorrían su cuerpo hasta que empezó a notar que el tormento estaba a punto de partirla en dos.

Miley-.Por favor... -gimió
Nick se situó encima de ella, deslizándose suavemente entre sus muslos.
Nick-.Puede que te haga daño -le advirtió, con el cuerpo tenso.
Miley-.No importa -balbuceó sin aliento.
Nick-.Quiero que sea perfecto... -le prometio, al tiempo que clavaba sus dorados ojos en los de Miley.
Nick acarició la espalda de Miley y se introdujo poco a poco en lo más profundo de su cuerpo. Los ojos de Miley se abrieron al notar su palpitante virilidad. Con una única embestida, Nick rompió la única barrera que podía haberlo rechazado. La punzada de dolor que vino a continuación pilló a Miley por sorpresa.

Miley-.Oh, Dios mío... Nick...
Nick-.Shhh... Ahora te gustará más. Te lo prometo -hundiendo las manos bajo sus caderas para poder profundizar con mayor seguridad dentro de ella.
Miley-.No te muevas -le rogó, mientras esperaba a que la molestia desapareciese.
Nick-.Te estoy haciendo daño -se quejó, rígido por la tensión que le producía el control que estaba ejerciendo sobre su pasión desencadenada-. Eres muy estrecha.

Una expresión de serenidad asomó a la cara de Miley al sentir que el placer regresaba en toda su plenitud. Nick se sintió increíblemente bien dentro de ella. La erótica pulsión del deseo dominaba a Miley de nuevo y se apretó contra él para animarlo. Nick la levantó, satisfaciendo sus instintos más primarios. El corazón de Miley empezó a latir aceleradamente. Cada movimiento de Nick la embargaba de placer. Nick se movía siguiendo un lento y provocativo vaivén, que dio paso con habilidad a un ritmo más acelerado. Una salvaje excitación hizo presa de Miley. Casi cuando dicha excitación estaba a punto de alcanzar su febril clímax, Nick hizo que Miley estallara en un crescendo de éxtasis. Gritando el nombre de Nick en un arrebato de felicidad, se abandonó a las deliciosas convulsiones que vinieron tras aquel momento supremo de placer.

Aturdido, Nick reposó la cabeza en la almohada sin dejar de estrechar el cuerpo de Miley. Estaba temblando, turbado por la más excitante y prolongada descarga que había sentido en su vida. Miley se removió entre sus brazos y él la aferró con más fuerza. «Ya no va a abandonarme», pensó. «Volverá al hogar conmigo. Pero, ¿a qué hogar? El apartamento no es lugar apropiado. Puede que valga como refugio para un playboy, pero no para Miley. Podemos vivir en un hotel durante un tiempo. Tendré que comprar una casa. Pero, ¿qué ocurrirá con los animales? En ese caso, compraré una casa en el campo, cerca de Londres». Nick depositó un beso en la frente de Miley, como si quisiera darle una bendición.

Nick-.Ha sido increíble, pethi mou -dijo con un susurro.

Miley respiró el húmedo y familiar aroma de su piel. La cabeza todavía le daba vueltas. Su cuerpo yacía lánguido después del placer. En silencio, sus sentidos distinguieron un raro momento de plena felicidad. Y sin embargo, por mucho que lo intentaba no conseguía acallar sus pensamientos. Al acostarse con Nick había hecho realidad una fantasía, se recordó a sí misma. Nick había estado fantástico, a la altura de su reputación. Pero, ¿no era un poco triste que siguiera aferrándose a un espejismo, esperando que Nick fuera a comportarse como un marido amante y comprensivo? ¿No era ya hora de volver al mundo real?

Nick-.Estás muy callada.                                
Miley-.Estaba pensando en lo bien que se te da esto... -levantó la cabeza con una chispeante sonrisa asomando en sus labios-. Ahora ya entiendo el porqué de tanta habladuría.

Nick frunció el ceño, preguntándose si Miley estaba intentando hacerle reír para disimular su incomodidad.

Nick-.No estoy seguro de que ésa sea la impresión que quiero causar en mi esposa -dijo finalmente.

Miley sintió un arrebato de enojo. La etiqueta de «esposa» siempre le había parecido cruel, un recordatorio de lo que había podido ser y no fue en su relación con Nick. Nunca había sentido que estuviera casada de verdad y, ahora, acostarse con Nick no iba a cambiar las cosas. De repente, intuyó que había cometido un gran error. Con un veloz movimiento, se apartó de él.

Nick-.¿Qué es lo que te ocurre? -protestó, irguiéndose y apoyando su espalda contra la almohada. Su piel morena contrastaba poderosamente con el blanco y rosa de las sábanas.
Miley e agarró la pashmina para tapar con ella sus voluptuosas curvas.

Miley-.Acostarme contigo no me convierte en tu esposa. ¡Más bien, en una más dentro de una larga lista de mujeres! -se escuchó a sí misma decir enfurecida-. Porque no eres lo que se dice una persona fiel, ¿verdad?

Espoleado por la respuesta de Miley, Nick se levantó de la cama, pero ella ya había salido de la habitación. Al seguirla, cayó en la cuenta de que aún era de día y que las cortinas no estaban corridas. Maldiciendo su suerte, volvió a vestirse todo lo rápidamente que pudo.
Con el rostro contraído por las emociones que trataba de ocultar, Miley se dio la vuelta y regresó a la puerta de la habitación.

Miley-.Siento haber sido tan directa. No hay excusa para mis malos modales -dijo  con rigidez, negándose a mirarlo a la cara-. Pero todavía quiero el divorcio...

Nick sintió que aquello era el peor insulto que le habían dicho en su vida.

Nick-.Entonces, ¿por qué demonios has dejado que te llevara a la cama?
Miley-.Preferiría no discutir eso... -flaqueó por un momento.
Nick-. ¡Tengo derecho a oír la verdad! -contraatacó con crudeza.
Miley-.Sólo quería saber cómo sería hacer el amor contigo –suspiró, con las mejillas encarnadas-. Creí que no iba a ser gran cosa...
Nick-.No te creo -miró a Miley con tal rabia, que apenas podía vocalizar: allí estaba, confesándole que lo había utilizado-. Tampoco creo que quieras divorciarte. Todavía te importo. Por eso me has entregado tu virginidad.

La arrogante afirmación de Nick la atravesó como si le hubiera dado una puñalada. Que Nick la atacara tomando como arma lo que ella sentía por él, era la peor de sus pesadillas y sintió que nunca le iba a perdonar por aquello. El orgullo le hizo levantar el rostro, desafiándole con sus ojos azules.

Miley-.Puede que estuviera cansada de seguir siendo virgen. No me importas tanto como piensas, Nick -afirmó -. Estaba enamorada de ti cuando nos casamos, pero eso no duró mucho. Lo superé hace mucho tiempo.
Nick-.Esos cuadernos dicen justo lo contrario -respondió Nick con una crueldad que nunca había utilizado antes con su esposa.

Miley palideció ante tal respuesta. Su estómago se agitaba preso por la náusea.
Miley-.Quiero que te vayas. ¡Ya no eres bienvenido aquí! -le dijo entrecortadamente-. ¡Voy a divorciarme de ti y no necesito tu permiso para hacerlo!
Nick-.Olvidé darte tu regalo de cumpleaños -como si no hubiera escuchado a Miley, le tendió un pequeño estuche cerrado.

Miley ahogó un suspiro. Su curiosidad luchaba contra su instinto. La curiosidad le pedía que abriera el estuche que le había entregado su marido. El instinto le decía que se alejase de él. Finalmente, ganó la curiosidad. En el interior del estuche había un colgante de diamantes con forma de... ¡Cómo era posible que tuviera el valor de regalarle un corazón de diamantes cuando había roto el suyo en mil pedazos! Con los ojos bañados en lágrimas, cerró de nuevo el estuche para devolvérselo.

Miley-.Gracias, pero no lo quiero. A ti tampoco... Ahora, ¡vete!

Después de que Nick saliera dando un portazo, Miley se apoyó en el marco de la puerta y escuchó cómo despegaba el helicóptero. En su interior coexistían la rabia, el dolor y la desesperación. Tal vez no volviese a verlo nunca más. Le había insultado. Todas las cosas que Miley había valorado de su relación con Nick, se habían desmoronado por culpa del sexo. La confianza, el respeto, el afecto habían desaparecido. ¿Cómo podía culpar a Nick? Él no sabía cómo tratar a una mujer de otra manera. ¿Acaso se había vuelto loca? El sordo pero íntimo dolor que palpitaba entre sus piernas hizo que Miley se sonrojara. Creía haber dejado de ser una adolescente atolondrada hace mucho tiempo, pero aquel penoso final le había causado más dolor del que nunca hubiera llegado a imaginar.
«Esto es el final de una etapa», intuyó con dolor. Hacía ocho años había partido en avión hacia Grecia y su vida había tomado un rumbo diferente. Tenía que recuperar su iniciativa para poder cambiar ese pasado. Limpiándose las lágrimas, Miley recordó el motivo por el cual deseaba recuperar su libertad. Quería tener un hijo que fuera sólo suyo para amarlo y cuidar de él, pero antes debía iniciar los trámites del divorcio y hacerle saber a su abuelo sus intenciones...