Nick-.Incredulo miró a su padre –No
es verdad. No puede ser verdad. ¡Poseemos una de las empresas más grandes de
Grecia!
Paul, un hombre apuesto de sienes
plateadas, no lucía su mejor aspecto. Su complexión era cetrina y profundas
arrugas de cansancio marcaban su rostro.
Paul-.Asumí un riesgo y no dio
resultado. De hecho, fue un desastre. La empresa está endeudada y el banco se
está poniendo muy nervioso. Me hicieron hipotecar todo lo que poseemos pero aun
así no están contentos. Si nos aprietan las tuercas ahora, ¡lo perderemos todo!
Nick no dijo nada. «¿Todo?
¿Hasta la casa de la familia?». Estaba tan enfadado, que no se atrevía a
hablar. Su abuelo, Orestes, le había enseñado que un hombre debía anteponer por
encima de todo el honor y la seguridad de su familia. En vida del anciano la
fortuna familiar había estado en manos protectoras y seguras. Pero Paul Angelis
no trabajaba de esa manera. Aunque había cumplido ya los cincuenta, todavía
estaba desesperado por probar que podía dirigir la empresa y hacer negocios con
tanto éxito como el que había tenido su legendario padre. Sin embargo, había
perdido millones persiguiendo transacciones de alto riesgo.
Paul-.Si te sirve de consuelo –balbuceó
–tenías razón con aquello de que el asunto Arnott era demasiado bueno para ser
cierto.
Nick se giró, herido por la
confesión.
Nick-.¿Hiciste la compra incluso
aunque los hermanos Kutras te aconsejaron que lo evitaras?
Paul Angelis dio un respingo y se
dirigió a su primogénito con una mirada lastimera.
Paul-.Pensé que estaban intentando
quedarse con el negocio para ellos.
Nick apretó los dientes en silencio
sin mirar a su padre. Se avergonzaba del furioso desprecio que sentía por él.
Paul era un buen hombre, un buen padre y un buen marido. Era querido y
respetado por todos, pero su inteligencia no era demasiado grande y como
empresario era un desastre. Por otra parte, Nick había dedicado su tiempo libre
cuando era adolescente a especular con acciones y fondos que le habían
convertido en millonario incluso antes de acabar el colegio. Contemplar a su
poco perspicaz padre sin poder hacer nada por sus tropiezos y estúpidos errores
era, para Nick, el peor de los castigos.
Paul-.Seré franco contigo. Puede que
estemos con el agua al cuello pero nos han ofrecido una vía de escape -le
confió con una cierta tensión-. La oferta vino de alguien inesperado. De hecho,
me sorprendió... En cualquier caso, dije que no podía ser. Que no estaría
bien...
Intentando controlar su impaciencia,
Nick miró a su padre con el ceño fruncido.
Nick-.¿Qué es lo que no estaría bien?
Paul-.No puedo pedirte que hagas un
sacrificio como ese a tu edad -dijo evitando la mirada inquisidora de Nick-.
Sólo tienes veintidós...
Nick-.¿Y qué tiene eso que ver con lo
que estamos hablando?
Paul Angelis suspiró y su aliento
sonó como un silbido.
Paul-.Theo Demakis se ha ofrecido a
respaldamos económicamente.
Nick estalló en una carcajada de
incredulidad.
Nick-.¿Theo Demakis? ¿Estás tomándome
el pelo? ¿Desde cuándo nos movemos en esos círculos?
Paul-.Parece que podemos movemos en
esos círculos si queremos -murmuró
Nick-.Demakis es tan frío como un
cadáver -dijo como si las palabras de su padre causaran la menor impresión en
su broncíneo rostro-. Si te encamas con él, amanecerás con un cuchillo clavado
en las costillas.
Paul-.En otras circunstancias, esa
hubiera sido también mi actitud. Pero Theo está ofreciendo más bien una unión
familiar y no una simple transacción comercial.
Al oír estas palabras, Nick se quedó
paralizado.
Nick-.No querrás decir lo que estoy
pensando...o si?
Paul-.Hay que considerar las
circunstancias de Demakis -dijo sonrojandose.
Nick-.Consideras mal.
Paul-.El único hijo que tuvo Theo
murió hace unos diez años –insistió. Resistiéndose a las objeciones de su
hijo-, va ahora por su tercera esposa y todavía no ha tenido otro hijo. Sólo
tiene a su nieta inglesa. Quiere que Miley se case con un muchacho griego de
buena familia, lo cual no es sorprendente teniendo en cuenta que la chica es
medio inglesa y, además, ilegítima. Demakis es un hombre chapado a la antigua y
está ofreciendo un trato chapado a la antigua.
Incapaz de dar crédito a lo que
estaba oyendo, Nick guardó silencio.
Paul-.Si te casaras con ella y
tuvierais un niño, el mundo sería tuyo. Sí, también sería nuestra salvación,
pero tú eres ambicioso y ella es como la gallina de los huevos de oro. Hablar
de un acuerdo así en fríos términos monetarios es algo vulgar, pero es mi deber
llamar tu atención sobre los obvios beneficios que conllevaría.
Nick cerró los ojos. Estaba
disgustado porque su padre se hubiera rebajado a considerar un acuerdo como
ése. ¿Miley, a quien sus amigos habían dado el apodo de Pudding por su amor
hacia los pasteles de baklava, iba a ser su esposa? Sólo pensar en ello le
enfurecía. Apenas la conocía, aunque en algunas ocasiones había intervenido al
verla ignorada o insultada en eventos sociales. Su desconocimiento del griego y
su naturaleza confiada hacían de ella un blanco fácil, puesto que
independientemente de lo que le dijeran, ella sonreía y se comportaba de una
manera agradable. Su incapacidad de defenderse había
enfurecido a Nick. Odiaba a los matones y habría hecho lo mismo por
cualquier criatura desamparada demasiado estúpida para cuidar de sí misma en un
mundo hostil. Pero, ¿habían sido sus triviales exhibiciones de buenos modales,
esos actos menores de compasión por su parte, los responsables de esa
esperpéntica proposición matrimonial? La sospecha hizo que las facciones de su
severo rostro se endurecieran. Cuando él entraba en la misma habitación, ella
se iluminaba como un árbol de Navidad. ¿Había decidido Miley contarle a su
adinerado padre lo mucho que le gustaba Nick Angelis?
***-.Papá... -la voz distraída de la
hermana de Nick, Selena, rompió el incómodo silencio a través de la ventana que
daba a la terraza-. Sé que no debería haber estado escuchando pero, aunque me
muera si nos volvemos pobres, no puedes pedirle a Nick que se case con la nieta
de Theo Demakis. ¡Es una vaca gorda y vulgar como un cerdo!
Paul-.Cómo te atreves a esconderte
detrás de la puerta para espiar una conversación privada? -la vergüenza provocó
que respondiese con una ira que su consentida hija había, rara vez,
presenciado-. Déjanos...
Selena-.Pero, ¡es cierto! -protestó
la adolescente, marcando su territorio y desafiando la autoridad de su padre-.
Nick tendría que ponerle una bolsa de papel en la cabeza para poder comer con
ella en la misma mesa, por no hablar de otras cosas más personales. Es fea y él
es tan guapo...
Nick-. Fuera -ordenó a su hermana con
una frialdad feroz.
Paul contempló cómo su hija se
retiraba con lágrimas en los ojos obedeciendo a la orden de su hermano mayor.
Paul-.Desde luego, nunca he visto a
la chica –dejó escapar un suspiro de lamento-. Si está tan mal, puede que
Selena tenga razón. No te podría pedir que te cases con ella.
Nick contuvo una carcajada sardónica.
Que esa fuera la única objeción que su padre interponía a tal proposición
mercenaria decía mucho de su situación. Paul Angelis luchaba contra la
desesperación y estaba dispuesto a agarrarse a cualquier clavo ardiendo que le
salvara de la ruina. Nick se preguntó si podía permitirse el lujo de dar un
paso atrás y permitir que eso les ocurriera a su padre y a sus cuatro hermanos. Y, sin embargo, a sus veintidós años de edad, sentía que la vida
apenas había comenzado. No tenía nada de inocente, eso era cierto; aunque
todavía estaba en la universidad ya había adquirido una reputación de
mujeriego. Era verdad que ponía todo su empeño en ir detrás del placer. En
cuanto a ese juego, apostaba alto, jugaba duro y rara vez dormía solo. No le
iban las reglas de la fidelidad y del compromiso a largo plazo. Todavía no había
encontrado una chica que no aceptara esas condiciones. Pero aún no se hacía a
la idea de convertirse en esposo de alguien o, peor todavía, en el padre de
alguien. De hecho, la idea de ser obligado a aceptar un compromiso como ése en
beneficio de su familia, le llenaba de rabia y amargura. Pero también sabía que
su abuelo, Orestes, habría dado su propia vida para proteger a sus seres
cercanos más queridos...
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