Miley-.Sí... -dijo finalmente.
Nick sintió tal alivio, que quiso dar
las gracias al destino. Desnudo, a excepción de sus calzoncillos, regresó al
lado de su esposa para acariciar sus mejillas con una ternura casi torpe, que
a Miley le resultó poco familiar.
Nick-.Sé que no tenía derecho a
esperarlo... -dijo, hablando en una mezcla de griego e inglés-. Pero el que
seas virgen significa mucho para mí.
Miley-.En serio? -cerró los ojos
porque los tenía llenos de lágrimas.
Nick-.Por supuesto...Eres mi esposa y
no conocerás otro hombre -musitó casi sin aliento.
Nick terminó de desvestirse y Miley no apartó los ojos de él ni por un
momento. Su respiración se aceleró, entrecortándose cada vez más. La figura de
Nick era espectacular: desde la vigorosa curva de sus hombros hasta sus largos
y potentes muslos. Poseía el musculoso pecho, el torso de hierro y las
estrechas caderas de un atleta. Nick se desprendió de sus calzoncillos y
durante un breve momento la respiración de Miley se detuvo. Estaba sobrecogida, ya que era la primera vez
que veía a un hombre adulto en tal estado de excitación.
Nick-.Si hubiera esperado un par de
minutos más, no habría sido necesario preguntarte si eras virgen o no -murmuró
con una mirada traviesa-. Tu rostro lo dice todo.
Dejándose caer en la cama, Nick se
precipitó sobre los carnosos labios de Miley en un arrebato de pasión. Una
oleada de calor inflamó el cuerpo de Miley. La delicada piel de su entrepierna
se encontraba escandalosamente humedecida. Nick exploró con los labios un
rígido pezón, y con un gemido de satisfacción, advirtió la humedad que delataba
el deseo de Miley. Ésta abrió sus labios para emitir un largo jadeo y, a
continuación, apretó los dientes como tratando de retener un placer que se
parecía mucho al dolor. Miley sentía el placer acumulándose de tal modo,
que apenas podía hacer llegar aire a sus pulmones.
Miley-.No sabía que fuera posible
sentir esto...
Nick-.No todo el mundo puede -su
mirada en llamas se clavó en los ojos de Miley -. Eres tan apasionada como yo.
Miley se dejó llevar por el
cálido y dulce placer de las caricias de Nick. No podía parar. Se entregó a las
sensaciones que recorrían su cuerpo hasta que empezó a notar que el tormento
estaba a punto de partirla en dos.
Miley-.Por favor... -gimió
Nick se situó encima de ella,
deslizándose suavemente entre sus muslos.
Nick-.Puede que te haga daño -le
advirtió, con el cuerpo tenso.
Miley-.No importa -balbuceó sin
aliento.
Nick-.Quiero que sea perfecto... -le
prometio, al tiempo que clavaba sus dorados ojos en los de Miley.
Nick acarició la espalda de Miley
y se introdujo poco a poco en lo más profundo de su cuerpo. Los ojos de Miley
se abrieron al notar su palpitante virilidad. Con una única embestida, Nick
rompió la única barrera que podía haberlo rechazado. La punzada de dolor que
vino a continuación pilló a Miley por sorpresa.
Miley-.Oh, Dios mío... Nick...
Nick-.Shhh... Ahora te gustará más.
Te lo prometo -hundiendo las manos bajo sus caderas para poder profundizar con
mayor seguridad dentro de ella.
Miley-.No te muevas -le rogó, mientras
esperaba a que la molestia desapareciese.
Nick-.Te estoy haciendo daño -se
quejó, rígido por la tensión que le producía el control que estaba ejerciendo
sobre su pasión desencadenada-. Eres muy estrecha.
Una expresión de serenidad asomó a la
cara de Miley al sentir que el placer regresaba en toda su plenitud. Nick
se sintió increíblemente bien dentro de ella. La erótica pulsión del deseo
dominaba a Miley de nuevo y se apretó contra él para animarlo. Nick la
levantó, satisfaciendo sus instintos más primarios. El corazón de Miley empezó
a latir aceleradamente. Cada movimiento de Nick la embargaba de placer. Nick se
movía siguiendo un lento y provocativo vaivén, que dio paso con habilidad a un
ritmo más acelerado. Una salvaje excitación hizo presa de Miley. Casi cuando
dicha excitación estaba a punto de alcanzar su febril clímax, Nick hizo
que Miley estallara en un crescendo de éxtasis. Gritando el nombre de Nick
en un arrebato de felicidad, se abandonó a las deliciosas convulsiones que
vinieron tras aquel momento supremo de placer.
Aturdido, Nick reposó la cabeza en la
almohada sin dejar de estrechar el cuerpo de Miley. Estaba temblando, turbado
por la más excitante y prolongada descarga que había sentido en su vida. Miley
se removió entre sus brazos y él la aferró con más fuerza. «Ya no va a
abandonarme», pensó. «Volverá al hogar conmigo. Pero, ¿a qué hogar? El
apartamento no es lugar apropiado. Puede que valga como refugio para un
playboy, pero no para Miley. Podemos vivir en un hotel durante un tiempo.
Tendré que comprar una casa. Pero, ¿qué ocurrirá con los animales? En ese caso,
compraré una casa en el campo, cerca de Londres». Nick depositó un beso en la
frente de Miley, como si quisiera darle una bendición.
Nick-.Ha sido increíble, pethi mou -dijo
con un susurro.
Miley respiró el húmedo y
familiar aroma de su piel. La cabeza todavía le daba vueltas. Su cuerpo yacía
lánguido después del placer. En silencio, sus sentidos distinguieron un raro
momento de plena felicidad. Y sin embargo, por mucho que lo intentaba no
conseguía acallar sus pensamientos. Al acostarse con Nick había hecho realidad
una fantasía, se recordó a sí misma. Nick había estado fantástico, a la altura
de su reputación. Pero, ¿no era un poco triste que siguiera aferrándose a un
espejismo, esperando que Nick fuera a comportarse como un marido amante y
comprensivo? ¿No era ya hora de volver al mundo real?
Nick-.Estás muy
callada.
Miley-.Estaba pensando en lo bien que
se te da esto... -levantó la cabeza con una chispeante sonrisa asomando en sus
labios-. Ahora ya entiendo el porqué de tanta habladuría.
Nick frunció el ceño, preguntándose
si Miley estaba intentando hacerle reír para disimular su incomodidad.
Nick-.No estoy seguro de que ésa sea
la impresión que quiero causar en mi esposa -dijo finalmente.
Miley sintió un arrebato de enojo. La
etiqueta de «esposa» siempre le había parecido cruel, un recordatorio de lo que
había podido ser y no fue en su relación con Nick. Nunca había sentido que
estuviera casada de verdad y, ahora, acostarse con Nick no iba a cambiar las
cosas. De repente, intuyó que había cometido un gran error. Con un veloz
movimiento, se apartó de él.
Nick-.¿Qué es lo que te ocurre?
-protestó, irguiéndose y apoyando su espalda contra la almohada. Su piel morena
contrastaba poderosamente con el blanco y rosa de las sábanas.
Miley e agarró la pashmina para tapar
con ella sus voluptuosas curvas.
Miley-.Acostarme contigo no me
convierte en tu esposa. ¡Más bien, en una más dentro de una larga lista de
mujeres! -se escuchó a sí misma decir enfurecida-. Porque no eres lo que se
dice una persona fiel, ¿verdad?
Espoleado por la respuesta de Miley,
Nick se levantó de la cama, pero ella ya había salido de la habitación. Al seguirla,
cayó en la cuenta de que aún era de día y que las cortinas no estaban corridas.
Maldiciendo su suerte, volvió a vestirse todo lo rápidamente que pudo.
Con el rostro contraído por las
emociones que trataba de ocultar, Miley se dio la vuelta y regresó a la
puerta de la habitación.
Miley-.Siento haber sido tan directa.
No hay excusa para mis malos modales -dijo con rigidez, negándose a
mirarlo a la cara-. Pero todavía quiero el divorcio...
Nick sintió que aquello era el peor
insulto que le habían dicho en su vida.
Nick-.Entonces, ¿por qué demonios has
dejado que te llevara a la cama?
Miley-.Preferiría no discutir eso...
-flaqueó por un momento.
Nick-. ¡Tengo derecho a oír la
verdad! -contraatacó con crudeza.
Miley-.Sólo quería saber cómo sería
hacer el amor contigo –suspiró, con las mejillas encarnadas-. Creí que no iba a
ser gran cosa...
Nick-.No te creo -miró a Miley
con tal rabia, que apenas podía vocalizar: allí estaba, confesándole que lo
había utilizado-. Tampoco creo que quieras divorciarte. Todavía te importo. Por
eso me has entregado tu virginidad.
La arrogante afirmación de Nick la
atravesó como si le hubiera dado una puñalada. Que Nick la atacara tomando como
arma lo que ella sentía por él, era la peor de sus pesadillas y sintió que
nunca le iba a perdonar por aquello. El orgullo le hizo levantar el rostro,
desafiándole con sus ojos azules.
Miley-.Puede que estuviera cansada de
seguir siendo virgen. No me importas tanto como piensas, Nick -afirmó -. Estaba
enamorada de ti cuando nos casamos, pero eso no duró mucho. Lo superé hace
mucho tiempo.
Nick-.Esos cuadernos dicen justo lo
contrario -respondió Nick con una crueldad que nunca había utilizado antes con
su esposa.
Miley palideció ante tal
respuesta. Su estómago se agitaba preso por la náusea.
Miley-.Quiero que te vayas. ¡Ya no
eres bienvenido aquí! -le dijo entrecortadamente-. ¡Voy a divorciarme de ti y
no necesito tu permiso para hacerlo!
Nick-.Olvidé darte tu regalo de
cumpleaños -como si no hubiera escuchado a Miley, le tendió un pequeño estuche
cerrado.
Miley ahogó un suspiro. Su
curiosidad luchaba contra su instinto. La curiosidad le pedía que abriera el
estuche que le había entregado su marido. El instinto le decía que se alejase
de él. Finalmente, ganó la curiosidad. En el interior del estuche había un
colgante de diamantes con forma de... ¡Cómo era posible que tuviera el valor de
regalarle un corazón de diamantes cuando había roto el suyo en mil pedazos! Con
los ojos bañados en lágrimas, cerró de nuevo el estuche para devolvérselo.
Miley-.Gracias, pero no lo quiero. A
ti tampoco... Ahora, ¡vete!
Después de que Nick saliera dando un
portazo, Miley se apoyó en el marco de la puerta y escuchó cómo despegaba
el helicóptero. En su interior coexistían la rabia, el dolor y la
desesperación. Tal vez no volviese a verlo nunca más. Le había insultado. Todas
las cosas que Miley había valorado de su relación con Nick, se habían
desmoronado por culpa del sexo. La confianza, el respeto, el afecto habían
desaparecido. ¿Cómo podía culpar a Nick? Él no sabía cómo tratar a una mujer de
otra manera. ¿Acaso se había vuelto loca? El sordo pero íntimo dolor que
palpitaba entre sus piernas hizo que Miley se sonrojara. Creía haber dejado de
ser una adolescente atolondrada hace mucho tiempo, pero aquel penoso final le
había causado más dolor del que nunca hubiera llegado a imaginar.
«Esto es el final de una etapa»,
intuyó con dolor. Hacía ocho años había partido en avión hacia Grecia y su vida
había tomado un rumbo diferente. Tenía que recuperar su iniciativa para poder
cambiar ese pasado. Limpiándose las lágrimas, Miley recordó el motivo por
el cual deseaba recuperar su libertad. Quería tener un hijo que fuera sólo suyo
para amarlo y cuidar de él, pero antes debía iniciar los trámites del divorcio
y hacerle saber a su abuelo sus intenciones...
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